I R A K , Y PALESTINA
Lo soñé, . . .¡Y, ¡era de día!
El venía hacia mí.
Sobre lirios y azucenas.
La faz radiante, serena.
Fuego ardía en sus ojos.
De néctar y miel
la boca.
Entre sus pechos, cinto de oro.
Lo soñé,. . . . ¡Y era de día!
Sus palabras, ¡pura
melodía!
La frente: luz y transparencia,
sus manos destilaban mirra,
y su honda mirada, pena.
En su costado una roja herida.
Salió a segar la
tierra.
Y segó sangre, no espigas.
La luna no alumbraba la noche.
Ni el sol iluminaba el día.
Incienso de humo y pólvora,
un macabro incensario ofrecía.
Lo soñé y ¡eran las diez del día¡
Los tanques tocaban a muerto.
Las campanas, del cielo, a vida.
En el aire, un aullido estremecía:
Era el rugido de una leona herida.
Lo soñé, y ¡era la nona del día¡
Por el cielo regueros de sangre
¡subían!, ¡subían!, ¡subían!
Brillaban cómo
centellas.
De la tierra, en tropel, subían
palomas blancas de
nieve,
mutiladas, muertas, sin vida.
El cielo era un enjambre.
De mariposas perdidas.
Yo lloraba por los muertos.
Dios lloraba, ¡por las vidas!
Lo soñé, . . .
y ¡era verdad que ocurría!
8-XI-2004
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