martes, 21 de octubre de 2014

Poesía 27

                          

        Cristo del Madero

Dulce Cristo del madero:
De pies y manos clavado.
Deja recline a tu lado.
El duro peso que llevo.

Mi cruz, no es hostil, cruenta.
Ni está llagado mi cuerpo.
Yo estoy en un pozo negro,
De luz y de amor sedienta.

Los clavos que me sujetan,
Son el dolor y el llanto.
Quise, por ti, ¡hacer tanto!
Que tu pasión se asemejan

Mas, ¿Qué digo de mi pena,
viendo tu cuerpo partido,
para ser par repartido,
por los que así te condenan?

Deja que beba en el mar,
que salta en olas del pecho.
Bese tu herida, que han hecho,
Mis  pecados, por no amar.

Deja que tus cinco llagas
Me bañen en gozo y luz.
Deja descanse en tu Cruz,
El peso que me regalas.

Dulce Cristo del madero.
De pies y manos clavado.
Yo reclino en tu costado
Mi corazón y mi beso

20-3-2006

martes, 9 de septiembre de 2014

Poesía 26


NAZARENA


¡Nazarena, Nazarena!,
la de los pies sin calzar,
la de la cara morena.

Tus raíces, ya en la pena,
florecen agua de mar;
y hay rocío y hay pesar,
sobre tu  cara  morena.

Tú corazón ya en el aire,
por siete heridas sangrando,
¡ay, de tan duro quebranto!
¡Madre del llanto amargo!
¡del Nazareno, Nazarena!

¿Quien es esa mano loca,
que a silencio te condena?

¿Para ti solo hubo hiel,
y se te negó el suspiro?
Dime tú con qué cadena,
lograron sellar tu boca.

Clavada en cruz te miro.
En cruz estás, cómo Él.

¡Nazarena!   ¡Nazarena!
la de los pies sin calzar,
la de la cara morena.

Fluye a tus labios la vena,
ya rota, de tanto amar.

¡Ya podéis desenclavar,
soldados, a la Azucena!,
que ya está seca la mar,
y los ríos son desiertos;
su corazón está muerto...


¡¡¡Vamos a resucitar!!!

Sor Alicia Mª

Poesía 25


HERMANAS

Tu silencio aletea en el vacío,
siento que tu corazón es mío.

No hay nada que decir, 
desde mi total Yo a tu total Tú.

Es mansión de eternidad;
tu casto amor y el mío.

Nada ocurre, nada pasa,
en ese instante interior;
Dios de amor compartido.

Te conocí en ese mundo joven,
de nuestro primer Amor.

Florecía la primavera, o...
estaba el estío en sazón, y... 
se desprendían las hojas de oro,
por los campos cansadas,
de tanta lluvia,  y tanto sol, . . .

Soltaban las nubes su blanca
melena de blanda frescura;
y tú, y yo, en silenciosa oración.

Como si nada pasara,
presas sólo de su Amor:
Inmóviles, impasibles
en gozo y en dolor.

Ya pasaron muchos años:
Los inviernos maduraron,
sobre nuestro corazón.
Tu alma vive entregada,
en éxtasis de puro amor.

Yo ando entre senderos: ¡todavía!,
sin saber por donde voy.

Por mis ventanas penetran,
los rayos de tu paz interior.

Quiero  entrar en tú recinto,
en donde nuestros silencios
son una sola voz: ¡como entonces!,
aleteando en el vacío del Amor.

Dios acoja tu silencio y mi voz,
como incienso de una sola oración.

Sor Alicia Mª


Poesía 24


ÉXT A S I S

Ojos bajos, . . .
paso lento, . . .

Voy caminando en silencio,
entre encalados muros,
por los claustros de tu templo.

Voy buscando en lo más hondo,
la verdad de tu misterio.

Voy sufriendo tu sufrir,
y voy gozando tu encuentro.
Voy buscando tus amores,
y por ellos ¡voy muriendo!

Momentos que se eternizan,
y paralizan el tiempo.

Mientras sigo caminando,
ojos bajos, . . .
paso lento,
entre transportadas sombras,
por  los claustros de tu templo.

Sor Alicia

20-6-1967

miércoles, 9 de julio de 2014

Poesía 23



TU    I M A G E N 

Te he visto, Jesús,
y, . . . ¡no he podido!
Yo te prefiero dentro de mí:
como te imagino.

Con las manos y los pies llagados,
y el corazón herido.
Con tu amor en mis entrañas,
y tu voz en mis oídos.
La figura y el rostro,
 indefinidos.

Como luz en mi noche,
y razón por la que vivo.
Con tu voz amorosa,
revelándome al Padre
y entregándome el Espíritu.

Yo te prefiero así:
resucitado y divino.
Mitad tú y mitad yo,
sin contornos ni figuras.
Solo: ¡con el corazón herido!

Con las manos traspasadas,
extasiando  mis sentidos.
Con la mirada escondida,
tras los párpados caídos.

Yo te prefiero así:
resucitado y divino,
como  yo te imagino.
Que para rostro humano

¡ya basta con el mío!

Sor Alicia Mª

Poesía 22


EL    MAR

Yo amores,
- lo que se dice, amores -
he tenido solo dos,
y no lo voy a ocultar:
El primero ha sido Dios,
el segundo ha sido el mar.

¡Que inolvidable aquel mar!
Vivimos enamorados los dos:
mi corazón y la mar.

Mi pensamiento iba a Dios.
Mi corazón, sobre las olas del mar.
¿Por qué nos separamos,
de nuestra dulce amistad?

Ahora, ¡tan lejos!, desterrada,
tierra adentro en la ciudad.
Separada para siempre
de tu azul inmensidad.

Él, sin la amiga de la infancia;
yo, en secano y soledad.
¿Quién nos unirá de nuevo
por toda la eternidad?

¿Tal vez la muerte,
que la vida vuelve a dar?
¡Qué dicha volver  a estar:
el corazón puesto en Dios,
y el pensamiento . . .
sobre las olas del mar!

¡Oh!, aquel mar;
¡qué inolvidable aquel mar!
Lo presiento y lo digo:
En el cielo estará Dios,
y a sus pies, estará el mar.

Sor Alicia

12-5-1973

martes, 8 de julio de 2014

Poesía 21


JESÚS  EUCARISTÍA

Jesús mío, flor de trigo ¡carne en flor¡
Ya la herida abierta de tu pecho tiene,
claridad de luna y la contiene,
en círculo de espinas el dolor.

Fruto santo de tu divino amor.

Por ti, Jesús, la salvación nos viene

y, ¡dichoso¡ quien solo en tu amor tiene,

la plenitud soñada de su amor.

Hoy que creas por mí la maravilla,
del maná de tu cuerpo que derramas,
como nube o nieve descendiendo,
llueve ¡Dios¡ en mi pequeña semilla,
y suban hacia ti flores y ramas
de este amor, que en mi, está creciendo.

Sor Alicia

3-8-1975

Poesía 20


TRILOGÍA   FESTERA
__________________________________



PRIMER    DÍA

Toda la fe victoriosa y guerrera,
que mi noble pueblo -fiel- atesora,
irrumpe en sus calles con la aurora,
como rosa que se abre en primavera.


El primer día -la ilusión primera-
desfilan pasodoble y marcha mora.
La sangre bulle, honda y retadora.
La emoción enarbola su bandera.


Resurgen en color luz y armonía,
milagro del ingenio de mi tierra,
las gestas de la historia superada.


Y es un himno que canta la alegría,
del triunfo de la paz sobre la guerra,
del triunfo de la cruz sobre la espada.


SEGUNDO    DÍA   : SAN  JORGE.

¡Oh San Jorge¡: Alma de nardo y marfil.
La  transparencia  de  esta  mañana,
nos vuelve a  revelar en la montaña,
tu radiante figura, grave y gentil.

Que otra  batalla,  este  claro  Abril,
combate guerrera  tu hueste Alcoyana,
por defender la honda fe cristiana,
del engaño de un enemigo sutil.

Que en nuestras filas cristianas se halla,
más fuerte que las huestes sarracenas,
por destruir la fe del Alcoy creyente...


Asístenos,  San Jorge, en la batalla.
Vuelva a triunfar la cruz en las almenas,
y aplaste tu pie la infernal serpiente.


TERCER    DÍA   :  EL ALARDO
  
Alcoy se  convierte en  incensario,
el  día  del  Alardo  y  la  victoria.
Incienso es su pólvora,  y es gloria,
transformar  la ciudad en incensario.

El  alma  festera  es  relicario,
de las lides más puras de su historia,
en la que Abril, para inmortal memoria,
rememora  su  rito  legendario.

Y es cual rosa, la sangre  fiel del moro,
que en la tarde azul de malva y oro,
deshoja el cruel  fragor de la batalla.

Se reconquista Alcoy, como un tesoro,
y la  fe  es su  gloria  y  su  decoro,

que luce, cual pendón, en las murallas.

Poesía 19


LA  SAMARITANA

Ni sed ni cansancio tiene,
tan solo hambre de amor.
Dulce fiebre, mortal dolor,
lo que en Sicar le detiene.

Doradas mieses de espigas,
se rinden para la siega.
Muy en sazón Jesús llega,
a descansar sus fatigas.

Que tiene que abrir un pozo,
en  un alma de mujer.
Y le ha de pedir de beber
de su amor: ¡que inmenso gozo!

Las mieses ya  están  maduras:
¡Si él las pudiera segar!
Y Jesús, que es fuente y  mar,
agua pide a sus criaturas.

Ni sed ni cansancio tiene,
tan solo hambre de amor.

Dulce fiebre, mortal dolor,
lo que en Sicar le detiene.

Poesía 18

A S Í     E S T O Y


En mi entorno, 
 muy poblada.
Dicho en verdad,
muy sola.

Vengo y voy, 
como una ola.

¡Tan sola, . . . .!
y a la vez, acompañada.
¡Que extraña soledad!;
mas, no es toda la verdad.
Miento.

La soledad es solo...
lo que siento.
Mi interior,
lo tiene poblado el Amor.

Voy por la vida,
con esta Verdad:

El Padre que me ama 
 y crea.
El Hijo que me enamora
y recrea.
El Espíritu que me mora
entera.

Acompañada voy por la vida,
el camino, la  ciudad.

Al corazón le basta el amor,
 la Caridad.

No, no estoy sola,
estoy con la  Trinidad.


Sor Alicia

Poesía 17


LA MUERTE

De este lado la vida,
que siendo bella, no sacia.
Del otro lado lo eterno,
que siendo eterno no cansa.

Y en medio está la muerte,
que cuando llega se marcha.
Que la muerte verdadera es:
la que dejando en vida,
mata de  amores, el alma.

Esa muerte es la que quiero,
que, amor puro y fecundo
desea, muriendo  al mundo,
vivir  de  Amor verdadero

Así he de  vivir esta vida,
de tal modo, que lo eterno,
sea siempre mi morada,
mí refugio y mi sustento.

31-1-2000


miércoles, 28 de mayo de 2014

Poesía 16


I R A K ,  Y   PALESTINA
 
Lo soñé, . . .¡Y, ¡era de día!

El venía hacia mí.
Sobre lirios y azucenas.
La faz radiante, serena.
Fuego ardía en sus ojos.
De néctar  y  miel  la boca.
Entre sus pechos, cinto de oro.

Lo  soñé,. . . .  ¡Y era de día!

Sus palabras,  ¡pura melodía!
La frente: luz y transparencia,
sus manos destilaban mirra,
y su honda mirada, pena.
En su costado una roja herida.

Salió  a segar la tierra.
Y segó sangre, no espigas.
La luna no alumbraba la noche.
Ni el sol  iluminaba el  día.
Incienso  de humo y  pólvora,
un macabro incensario ofrecía.

Lo soñé y ¡eran las diez del día¡

Los tanques tocaban a muerto.
Las campanas, del cielo, a vida.
En el aire, un aullido estremecía:
Era el rugido de una leona herida.

Lo soñé, y ¡era la nona del día¡

Por el cielo regueros de sangre
¡subían!, ¡subían!, ¡subían!
Brillaban cómo  centellas.
De la tierra, en tropel, subían
palomas blancas de  nieve,
mutiladas, muertas, sin vida.

El cielo era un enjambre.
De mariposas perdidas. 
Yo lloraba por los muertos.
Dios lloraba, ¡por las vidas!

Lo soñé, . . .
y ¡era verdad que ocurría!
 

8-XI-2004

poesía 15


QUEMABAS

Al fin nos encontramos,
bajo el   árbol que plantaras.

Te miré.
Me mirabas...
No dijimos nada.
El amor habló en el fuego,
de las miradas.

El árbol que se incendiaba.
Se consumieron siglos.
Ardía  todo el fuego
de las galaxias,
dentro del alma.

La luna enrojecía
la ladera del monte.
El mar en el horizonte,
-cuna del  sol y  la luna-
Lo que empezó en una llama ,
nos devoraba.
  
Cantó la calandria:
Ella era el tiempo,... la distancia:
Fundimos en un instante:
En un abrazo presente,
la eternidad empezada.

La eternidad es amor,
que se encuentra
¡y no se acaba!
 
A Jesús mi Señor.
 

Sor Alicia Garrido