LA
SAMARITANA
Ni sed ni cansancio
tiene,
tan solo hambre de
amor.
Dulce fiebre, mortal
dolor,
lo que en Sicar le
detiene.
Doradas mieses de
espigas,
se rinden para la
siega.
Muy en sazón Jesús
llega,
a descansar sus
fatigas.
Que tiene que abrir un
pozo,
en un alma de
mujer.
Y le ha de pedir de
beber
de su amor: ¡que inmenso
gozo!
Las mieses ya están
maduras:
¡Si él las pudiera
segar!
Y Jesús, que es fuente y
mar,
agua pide a sus
criaturas.
Ni sed ni cansancio
tiene,
tan solo hambre de
amor.
Dulce fiebre, mortal
dolor,
lo que en Sicar le
detiene.
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